La incapacidad médica es el reconocimiento de la prestación de tipo económico y pago de la misma que hacen las EPS o ARL a sus afiliados cotizantes no pensionados por el tiempo en que estén inhabilitados física o mentalmente para desempeñar en forma temporal su profesión u oficio habitual. Este trámite, que debería ser técnico, justo, realizado por un médico probo, quien conoce perfectamente los motivos e implicaciones de del mismo, se maneja en la mayoría de los casos, de manera totalmente equivocada. Las incapacidades se han convertido en una de las mayores preocupaciones tanto para los médicos como para las empresas, pero las acciones por parte de los implicados continúan siendo escasas.
Los datos de la III Encuesta sobre Ausentismo Laboral e Incapacidades, realizada por la ANDI, muestra unas cifras muy preocupantes relacionadas con el aumento del ausentismo causado por las incapacidades médicas. En 2016, las empresas colombianas, tuvieron en promedio 9,8 días calendario, de ausencia por trabajador, siendo este un aumento del 19,6 % frente al año inmediatamente anterior. También resulta llamativo que, según la percepción de las empresas, los días que generan mayor ausentismo de la semana son el lunes con el 45%, seguido por el día viernes con un 24%, datos que evidencian razones culturales más que médicas por parte de los empleados, pero muy seguramente con una permisividad por parte del médico que expidió dicha incapacidad. Esta situación plantea un reto para la productividad de las empresas e implica una alerta para mejorar y propender por mejores condiciones de salud en el trabajo. Las empresas, están llamadas a trascender al limitado modelo de prevención de accidentes y enfermedades que existe en la actualidad y convertirse en verdaderas generadoras de salud para sus empleados. Por lo tanto, estas acciones exigen una mayor responsabilidad y articulación por parte del cuerpo médico y una concientización del impacto económico que implican las diversas decisiones que se toman desde el consultorio médico y que en muchas ocasiones no tiene ninguna pertinencia científica.
Con los múltiples avances que ha logrado la medicina, sería insuficiente pensar que el tratamiento y la rehabilitación del paciente debe centrarse únicamente en el control de síntomas, para transcender a nociones sociales, que busquen la integración del individuo que tiene una discapacidad, a su ámbito familiar, social y laboral. Es por esto, que los médicos, las empresas y el sistema en general, deben concientizarse de la importancia de entender la incapacidad como una urgencia médica. Una persona que no está trabajando por causa de una incapacidad, debe generar una serie de alarmas en diferentes niveles, que busquen como fin último evitarla o propender por mejorar la funcionalidad e inclusión social y laboral del trabajador. Las cifras en el mundo muestran que después de 6 meses de incapacidad, solo el 50% de los trabajadores se reintegraran nuevamente y esto nos hace reflexionar sobre la responsabilidad y la urgencia que implica una incapacidad. También se ha confirmado que el estar excluido del ámbito laboral, implica una serie de cambios en el individuo entre los que se destacan el aislamiento, disminución de la red de apoyo, aumento de sentimientos de minusvalía y de la sensación de ser incapaz de retomar las tareas que previamente desempeñaba, pérdida del compromiso frente a las labores cotidianas y por supuesto aumento de los síntomas depresivos y ansiosos debido al reforzamiento de la evitación del lugar de trabajo. Por esto, no existe nada más claro que el beneficio del trabajo en la salud física y mental de las personas.
Según las recomendaciones por parte de la Asociación Médica Canadiense, El Colegio Americano de Medicina del Trabajo y del Medio Ambiente y la Academia Americana de Cirujanos Ortopedistas, los médicos deben buscar el retorno de los pacientes a sus roles habituales de trabajo lo antes posible, manifestando: “La ausencia prolongada de los roles normales, incluyendo la ausencia del lugar de trabajo, es perjudicial para el bienestar mental, físico y social de la persona. Finalmente, los médicos deben alentar al paciente a volver a sus funciones y a trabajar tan pronto como sea posible después de una enfermedad o lesión”.
Existen diversas barreras que generan un aumento de las incapacidades médicas entre las que se encuentran que el médico no facilita el reintegro de un paciente reacio a volver al trabajo (la razón más frecuente), el médico tratante no se encuentra capacitado para definir unas restricciones apropiadas para el reintegro, contradicciones entre los diferentes conceptos médicos, el empleador tiene unas políticas en contra del reintegro temprano o no reconoce las restricciones médicas, la empresa no logra encontrar la posibilidad de modificar el puesto de trabajo de forma temporal o definitiva. Aun cuando son indiscutibles las dificultades relacionadas con el ausentismo por causas médicas y el reintegro laboral temprano, entender la incapacidad como una urgencia, puede ser benéfico no solo para el paciente, sino para las mismas empresas que ven su sostenibilidad comprometida por los altos costos que significa el mismo. Este concepto refuerza la idea de que el tiempo es oro cuando hablamos de una incapacidad médica y que debemos volcar todos los esfuerzos por disminuir el tiempo que el trabajador se encuentra por fuera de su trabajo por razones médicas, especialmente cuando estas no tienen la suficiente justificación.
El proceso de reincoporar tempranamente y disminuir el tiempo de las incapacidades, debe resultar un gana-gana para todas las partes, entendiendo que si bien algunas lesiones o enfermedades requerirán de una incapacidad, la gran mayoría de trabajadores podrán regresar a su trabajo con algunas restricciones o modificaciones. Esto se logran favoreciendo una mejor comunicación entre el área médico-asistencial, la empresa y los diferentes actores que incluyen el sistema, optimizando los trámites administrativos, con una política transparente desde la empresa que propenda por la funcionalidad y disminución del estigma y teniendo en cuenta que el mayor predictor del retorno al trabajo, es la satisfacción laboral del empleado.