Si pudiéramos resumir el juramento hipocrático en una frase, sería la atribuida al mismo médico griego: “lo primero es no hacer daño”. Esta es probablemente la frase más importante de la medicina y usualmente la más olvidada. El médico y la medicina, en su desespero por adaptarse a un modelo de capitalismo salvaje, enfrentado a unas expectativas irreales y cortoplacistas por parte de los diferentes actores del sistema de salud, con unos estresores cada vez más intensos, asociado a unas bases éticas laxas, deben dar respuesta a un panorama complejo en la comprensión y la intervención de la salud y la enfermedad. Esto implica diversas situaciones cotidianas en la práctica clínica que implican dilemas, sobrecostos para el sistema y principalmente, una mayor posibilidad de generar eventos adversos en quien debe ser la prioridad de la atención: El paciente.
La definición actual de salud es uno de los grandes causantes del frecuente exceso e intervencionismo en el contexto clínico. Desde 1948, la OMS definió la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Según esta definición, la salud es una utopía, siendo esta la razón por la cual debemos replantear con urgencia la concepción de la misma, ya que crea unas expectativas tan altas en los pacientes y los médicos, que a largo plazo produce un mayor sobrediagnóstico, iatrogenia y medicalización (patologizar condiciones normales de la vida como el envejecimiento). Propuestas de nuevas definiciones de la salud como “la capacidad para adaptarnos como individuos y como comunidad a los desafíos físicos, emocionales y sociales que nos plantea la vida” (1), permiten que todas las personas puedan sentirse saludables, independientemente de los desafíos físicos, mentales o sociales que enfrenten durante su vida. Asimismo, enfoques más positivos y accesibles, que empoderan al paciente sobre su salud, tendrán un mayor impacto, cambiando una visión enfocada a curar la enfermedad, por una dirigida a mejorar la salud, optimizando el rol de la medicina en uno más preventivo y menos hospitalario (2). Ligado a lo anterior, la salud humana es un constructo de muchos factores y el aspecto medico es solo una parte, por lo tanto, convertirlo en el más importante, le quita al paciente y a los demás componentes del sistema, la responsabilidad de la mejoría.
A pesar de los grandes avances de la medicina, de la disminución de la mortalidad materno fetal, mayor cobertura en vacunación y aumento de la expectativa de vida, entre muchos otros logros, no hemos conseguido disminuir el gran riesgo que generan nuestras intervenciones médicas. Por eso, debemos entender que mucha medicina no es igual a mejor medicina. Todo esto nos ha llevado a delegar como sociedad, la responsabilidad de nuestras condiciones de salud al médico y este, en aras de dar una respuesta adecuada, se ha excedido; por esto, cada vez tenemos más personas preocupadas por enfermedades que no existen, que no tienen o que ni siquiera están en posibilidad de padecer. Este fenómeno puede estar dado por diferentes situaciones frecuentes en el quehacer médico entre las que se encuentran:
- Temor a las demandas por mala praxis y la consecuente transformación de la práctica médica.
- Aspectos económicos que influencian el actuar médico, como la industria farmacéutica o beneficios por un mayor intervencionismo.
- La convicción de que todos los riesgos se pueden disminuir, cuando en muchas oportunidades bajarlos crea nuevos riegos.
- La creencia que actuar temprano es siempre mejor, puede convertir personas sanas en pacientes.
- Desconocer que muchas enfermedades tienen una evolución natural hacia la mejoría, implica una mayor posibilidad de complicaciones al intervenirlas de forma temprana. En estos casos el trabajo de médico debe ser el de observar, esperar, tolerar y enseñar.
- En aras de dar una respuesta al sufrimiento del paciente, excedemos nuestras limitaciones y generamos un perjuicio. Es por eso que debemos recordar que «El médico rara vez cura, alivia en ocasiones, pero consuela siempre».
- No necesariamente lo nuevo es mejor. Muchos tratamientos novedosos adolecen de estudios sólidos, pueden ser inefectivos o incluso pueden ocasionar un efecto nocivo. (3)
- Considerar que el fin último de la medicina es evitar la muerte, aunque con frecuencia, esto disminuya dramáticamente la calidad vida. (4)
El conjunto de intervenciones que evita o atenúa las consecuencias de la actividad innecesaria o excesiva del intervencionismo médico y del sistema sanitario, conocido como prevención cuarternaria, debe ser la gran apuesta de los servicios médicos. A pesar de lo lógico del mismo, vemos como las muertes y dependencia a opiáceos y benzodiacepinas (5), la resistencia a los antibióticos, el uso indiscriminado de medicación y efectos secundario de los mismos, aumenta exponencialmente y se convierte en una preocupación mayor que la misma condición que implicó su uso. Es por lo anterior, que estamos obligados a tener un pensamiento crítico, repensar la salud desde un punto de vista más social y menos médico, evitar la medicalización de personas sanas, identificar los pacientes que realmente requieren tratamiento, pero especialmente, los que no lo requieren y evitar como fin último causar un daño mayor en nuestra bienintencionada práctica clínica.