¿En medio del afán y la fatiga, podrá ser el optimismo un aliado para el bienestar?
Pregunta que encara una situación particular de la cotidianidad : cumplir, lograr, responder, satisfacer necesidades personales y colectivas, verbos que se van convirtiendo en “promotores” de vida , del sentido de esta y de la motivación para llegar a ser aquello que se anhela.
Y está bien que esos verbos existan en nuestro lenguaje, sin embargo al ser un centro de nuestra acción ¿nos perderemos un poco desde tanta exigencia?; ¿ será que los seres humanos necesitamos sentir que nos exigen para actuar?.
Cuando hablamos de exigencia, hablamos de ese impulso que nos permite ser y hacer, conocido en la Psicología como motivación, ese impulso interno y externo que permite continuar en el día a día.
Parte de ese impulso gira en torno a la manera en la que se asimilan las situaciones que pasan en la vida; ese asimilar, trasciende en la necesidad de pensar que las cosas mejorarán, empeorarán o simplemente, seguirán de alguna manera “el tiempo lo dirá”; sea cual sea la manera de asimilar las situaciones, existe una opción rentable para el bienestar, que se puede cultivar y optimizar esta opción la conocemos como “el optimismo” el cual, tiende a generar euforia en los momentos de júbilo, de satisfacción de la vida y se dispersa un poco en los momentos difíciles, es algo esquivo, sin embargo, cuando lo sabemos guiar, logra encarrilarse tan bien y trae beneficios significativos para nuestro bienestar.
Pensar que las cosas pueden ser diferentes y hacer algo en función de ello, aunque no soluciona en su totalidad un problema, sí brinda una dosis de motivación más que paliativa al afrontamiento de la realidad. El optimismo facilita la solución de los problemas y promueve expectativas orientadas al bienestar.
El optimismo, como tendencia disposicional de sentir que algo puede ser diferente, se convierte en un aliado desafiante a la realidad, no se acerca al conformismo y facilita el afrontamiento, desde el disfrute y la inteligencia.
Hay que ser inteligente para mantenerse con espalda erguida. Este optimismo provocador de bienestar, nace y se cultiva en aquellos momentos en la que nos sentimos bien, cuando se disfruta al máximo la alegría y triunfo obtenido y nos refugiamos en cada emoción que nos hace sentir fuertes y agradecidos con lo que se ha logrado, aquí no cabe la comparación con el otro, acá solo se contempla la fortuna de lo que se obtiene y la sensación de satisfacción; Aquí inicia el optimismo en las “buenas”.
Ahora, bajo la coherencia del equilibrio, existencialmente hablando, en la vida, también se presentan situaciones que ponen a prueba nuestra resistencia, situaciones llamadas obstáculos, noticias inesperadas, diagnósticos, perdidas, desilusiones, entre otras; en estas situaciones, “en las malas”, es donde recogemos los frutos del cultivo del optimismo.
Si hacemos uso práctico del optimismo, el tiempo de permanencia del bloqueo, la sensación de ahogo o desesperanza puede disminuir considerablemente; lo llamaremos “optimizar el optimismo” ¿redundante? Podría ser, sin embargo, es necesario comprender que a pesar que la situación mide nuestra resistencia, la capacidad para asimilar la situación está en cada uno; optimizar, requiere evocar aquellas sensaciones de satisfacción cultivadas previamente, recordando que en momentos anteriores se ha logrado disfrutar y sentir la fortaleza necesaria para seguir adelante.
A pesar que cada situación es diferente, el comprender e interiorizar que “se es capaz de algo”, permite contemplar la realidad de una manera desafiante e inteligente. El conectarnos con el optimismo, no siempre sugiere que tendremos todas las respuestas; el optimismo abre una puerta de alternativas, escoger la opción adecuada será la destreza que la vida nos exige aplicar.